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Primavera 20/45

  • Foto del escritor: LMJJ
    LMJJ
  • 2 may
  • 4 Min. de lectura

Hace poco cumplí cincuenta y nueve, llevo más de tres décadas en crisis y a mi alrededor todo intenta convencerme de que es parte natural de transitar la mal llamada mediana edad. Yo prefiero llamarla el último sendero, donde se ponen en una especie de balanza moral, como a manera de ritual pagano un 31 de diciembre colombiano, entre agüeros y alcohol, los sueños y las metas alcanzadas de un lado y las frustraciones y las malas decisiones del otro.


Casi treinta años llevan pesando más las segundas. Saltando de frustración en frustración, de quiebra en quiebra y de cama en cama, he documentado los momentos más críticos de este casi tercio de siglo, especialmente los momentos que incomodan, que sacuden y paralizan al mismo tiempo, los tiempos difíciles, los de enfermedad, de dolor, de ansiedad, angustia y depresión. También he escrito sobre el amor y mis dinámicas familiares, la amistad, la anarquía relacional e instantes maravillosos que con un montón de trabajo he tenido el privilegio de vivir.


Pero me llaman más el dolor, la desesperación, la angustia, el desasosiego, la eterna incertidumbre que me señala a donde vaya, tal vez porque han sido más predominantes en estos años, tal vez porque al final y sí, soy muy dramático, tal vez porque nunca he querido/podido sanar mi niño interior y lo que quiero es aprender a vivir con él, no sé. Esos interrogantes ya no los tengo, hace ya un tiempo entendí que, en la mayoría de los casos, las razones de las que nacen esos sentimientos son las que hacen posible convertir en palabras escritas mi diarrea mental crónica aguda y severa.


Recuerdo que escribía sobre desamor desde muy niño, copiaba cuadernos enteros de mi hermana con poemas que juntaba con sus amigas en el colegio. Yo en el colegio no tenía amigas, nadie podía ser amiga, si acaso amigos y con muchos prejuicios. Escribía para cansarme y dormir, escribía cartas a desamores románticos y prohibidos, escribía borracho a mis amigos que quería que fueran amantes, algunos lo fueron, y después lo quemaba todo, así no quedaba evidencia y de paso evacuaba, como por una cañería, todo lo prohibido que me habita.


Escribir ha sido un refugio al que nunca he sabido darle lugar, un lugar muy recóndito, un lugar que poco he compartido porque me enseñaron que si no es escritura académica, llena de referentes, con estilo apa y cuyo propósito es el conocimiento, preferiblemente palpable y científicamente comprobable, entonces no tiene tanto valor. Ya si quiero escribir sobre mi experiencia, única y subjetiva, en este berenjenal, entonces debo educarme y obtener suficientes títulos y premios que puedan acreditar y validar mis capacidades literarias. No es mi caso!


Aunque mi profesión y mi experiencia laboral también nacen de las jerarquías capitalistas de las artes y las humanidades, mis títulos de diseñador visual y máster en artes visuales y multimedia me facultan más para expresarme en imágenes que en palabras y es justo lo que hice treinta y varios años para sobrevivir, pero el tiempo también me enseñó que no tengo que ser bueno solo en lo que aprendí en la academia, que me puedo explorar y también puedo ser malo en muchas otras cosas y, al final, quitarme la fastidiosa etiqueta de "bueno o malo en..." y vivir sin cuestionar los efímeros instantes de placer que proporciona hacer algo nuevo, sin miedo al éxito o al fracaso, por el puro placer de conocerme o por necesidad económica, los dos han tenido sus momentos en este frágil proyecto de vida.


Escribir ha sido algo sagrado para mí, me ha ayudado a atravesar tormentas complicadas, a agradecer, a investigar, a crear, a sanar, a transitar y evolucionar; pero a diferencia del resto de mi obra plástica e intelectual, es algo que, salvo una tesis o un requerimiento académico, nunca he puesto en común. Me da pánico hacerlo público porque todos nos sentimos con derecho a juzgar lo público, desde donde nos nazca y como se nos antoje y entonces pienso que lo que estoy haciendo aquí es perpetuar una necesidad vacía de validarme ante los demás, de cumplir con esas cuotas de aceptación social e intelectual que se nos imponen desde la concepción, y con aquí me refiero a esto que estoy a punto de hacer, publicar la primera entrada de mi primer blog sin requerimientos académicos, por la simple y minúscula descarga de dopamina que producen los pequeños triunfos personales sin ánimo de lucro, sólo escritura y verborrea en un momento de la historia en el que la humanidad casi que olvidó leer y escribir porque lo dejó todo en manos de la tecnología.


Como ya lo dije, también he escrito sobre mis vínculos afectivos, entre ellos mi familia y mis amigos, un heterogéneo grupo de genios con problemas de adaptación social que a través de los años y el amor hemos tejido una red de apoyo que a todos ha logrado darnos soporte, especialmente en momentos de caída libre. Muchos de esos vínculos, tal vez los más fuertes, me han empujado por años a compartir lo que escribo, los mismos años que con excusas me he negado a hacerlo, pero hoy eso cambia.


A esos vínculos, gracias por insistir, por ver y hacerme ver la belleza que hay en lo que escribo y que nace de mi experiencia personal, tendrán capítulos importantes en estas partes de mí que voy exponiendo a la luz como obras guardadas, negadas, prohibidas y olvidadas.


Domingo 7 de mayo de 2045

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1 comentario


María Fernanda Estrada
María Fernanda Estrada
05 may

Me encantaaaaaaaaaa, lo haces increíble

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LUIS MIGUEL

JARAMILLO JARAMILLO
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